miércoles, 9 de abril de 2025

entrar por la ventana

En esta película hay disfraces. Hay, también, escenarios teatrales. ¿Qué es un escenario teatral? Es un lugar en el que cualquier comportamiento es posible. No nos sorprendemos si alguien, por ejemplo, entra reptando. O a la pata coja. O dando un pasito para adelante, dos pasitos para detrás. Simplemente, esperamos a ver qué pasa, a ver qué lógica es esa que traen sus pasitos para adelante, sus pasitos para detrás. Un escenario es un lugar en el que todo es posible y en el que está aceptado que todo sea posible. Un lugar en el que entrar disfrazado. Un lugar en el que, aunque uno no entre disfrazado, es como si entrase disfrazado. Un lugar en el que todo se vuelve disfraz. 

Los personajes de esta película se disfrazan. También ensayan o actúan como en un teatro.  Pero el teatro desborda. Se sale del escenario y se derrama por parques, fábricas, pasillos, hospitales, aulas o habitaciones. Todo  esos lugares se vuelve escenarios, espacios en los que cualquier cosa es posible. 

Se puede, por ejemplo, entrar en un hospital por la ventana. En una película, cuando un personaje entra en un hospital por una puerta, ni nos fijamos. En cambio, si entra por la ventana, empezamos a estar alerta. Recordamos que, al fin y al cabo, por una ventana también se puede entrar. Que una ventana, a pesar de su uso reconocido, no está a salvo de convertirse en entrada. Al ver a un personaje entrar por una ventana, el hecho mismo de entrar se vuelve diferente. Pensamos: nos pasamos el día entrando en sitios y, sin embargo, bien pensado, entrar no es tan evidente. 

Se puede, también, caminar por un pasillo haciendo ochos, o haciendo círculos. Se puede caminar por un pasillo de una manera que si ahora intentase ponerla en palabras resultaría indescriptible o incomprensible. Todos sabemos caminar y se nos olvida que hay miles de maneras de caminar. Se nos olvida que, al caminar, elegimos una de esas maneras posibles. Olvidamos que elegimos. Olvidamos que había otras posibilidades. En el teatro, en cambio, el actor, si es consciente de su trabajo, elige la manera de caminar. Y nosotros nos fijamos en su manera de hacerlo. Pero en el teatro tenemos la tranquilidad de saber que aquello es un escenario. ¡No es un pasillo cualquiera! ¡No es una película! El pasillo cualquiera, la película cualquiera, nos pillan por sorpresa. De pronto, recordamos que se puede caminar de otras maneras, se puede filmar de otras maneras, se puede narrar de otras maneras. Se puede, en el fondo, pensar de otras maneras. 

En esta película se cuentan historias. A veces no se sabe si esas historias son todas la misma historia, si son historias diferentes pero paralelas o si son variantes posibles de la misma historia. Hay, por ejemplo, una serie de escenas en las que un hombre, en un parque, habla con tres mujeres. No habla con las tres al mismo tiempo sino por turnos. Camina hacia una que camina hacia él y se dicen unas frases. Luego, esa mujer se aleja y sale de plano. El hombre da media vuelta, saliendo y volviendo a entrar en el plano (pero no siempre es así) y habla con una segunda mujer que viene hacia él. Luego esa segunda mujer se va. Se repite el movimiento para la tercera. Y vuelta a empezar con la uno, luego con la dos, luego con la tres. El hombre habla en holandés y cada una de las mujeres habla en un idioma diferente: alemán, español, francés. ¿Son estas tres mujeres tres variaciones posibles del mismo personaje? ¿O es, más bien, que lo mismo podría haber sido una que podría haber sido otra? Y, de igual modo, ¿lo mismo podrían haberse dicho unas frases que se podrían haber dicho otras?

¿Sería esta película, entonces, algo así como un jardín de los senderos que se bifurcan?  Pero aquí los senderos, al bifurcar, se cruzan consigo mismos. No es una fuga hacia adelante, alejándose los senderos bifurcados cada vez más los unos de los otros, sino un laberinto en el cual nos parece que volvemos a pasar por un sendero que ya habíamos recorrido. Algunas escenas, cada cierto tiempo, parecen repetirse, como si el tiempo de la película no fuese lineal, como si el tiempo fuese un espacio que podemos recorrer en varias direcciones, volviendo sobre nuestros pasos o doblando de pronto una esquina y reapareciendo en una plaza, en una escena-plaza, que ya habíamos recorrido, que ya habíamos vivido. Aunque las escenas se repiten con variaciones, a veces mínimas. Quizás sean otros tiempos posibles. Otras vidas que los personajes podrían haber vivido. Algo podría haber sido diferente. Una palabra diferente habría podido cambiarlo todo. O una palabra diferente podría no haber cambiado casi nada. 

Bresson escribió que en el cine había darle a los objetos “un aire de querer estar ahí”. Y hay, en sus películas, una hermosa sensación de necesidad. Sus planos parecen, a su manera, inevitables. En esta película, en cambio, se podría pensar que se les da a los personajes, a los lugares o las frases “un aire de que habrían podido ser otros”. No a la manera de tantas películas que nos hacen sentir que sus planos, sus gestos o sus historias son, en el fondo, indiferentes, que no han sido vistos ni queridos por nadie, sino de una manera nueva, vertiginosa, que nos hace sentir cada gesto que hacemos, cada palabra que decimos, como una posibilidad entre otras. Entrar por la ventana también es posible. Pero, también hay que decirlo, entrar por la ventana es un esfuerzo mayor que entrar por la puerta. Hay que estar ágil. Quizás por eso esta sea una película en la que, al final, empieza a aparecer el cansancio. Un hombre mayor se queda dormido. Un actor ya no recuerda qué personaje es y ya no puede más de hablar, no puede digerir todas la historias y todo el tiempo que ha tragado. Otro actor pedalea y pedalea para  al cabo llegar a una situación que ya había vivido antes,( aunque, es cierto para vivirla ahora de otra manera). Vivir es elegir y elegir es un esfuerzo. La película, como un autoridad sanitaria, nos advierte de que vivir puede provocar cansancio. 

Pero incluso una película que tanto bifurca tiene que detenerse. Esta es una película que nos recuerda que caminar es raro. Que avanzar puede ser una manera de retroceder y retroceder una manera de avanzar. Que somos lo somos pero podríamos haber sido de otra manera. Que aquello que somos es, de todas maneras, un disfraz. Que nos podríamos haber puesto otro disfraz y nuestra historia entonces habría sido diferente. Que nunca acabamos de entender al personaje que interpretamos. Que por las ventanas también se puede entrar. Que las palabras podrían haber sido otras. Que sin obstáculos no podemos ver realmente. Esta es una película que podría terminar de mil maneras y elige no terminar de ninguna. Elige interrumpirse, Elegir un final habría sido cerrar las posibilidades y, aunque en el cine, arte temporal, no haya manera de no elegir, a pesar de todo, un final, sí había manera de recordar que un final no es, al fin y al cabo, más que otro disfraz. 

(La partida atrasada, Frans va de Staak, 1983)

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