En esta película en la que todo parece lógico, con una lógica de lo peor, una lógica de bola de nieve que rueda y rueda y crece y crece, una cosa llevando a la otra, hay sin embargo algunos momentos, quizás muchos, que, disfrazados de lógica, son extraños. Aquí, por ejemplo, un hombre que toca el piano, sin dejar de tocar coge una copa de vino blanco y bebe. Luego deja la copa no donde la había cogido, en lo alto del piano, sino el borde derecho, junto las teclas, sin que parezca que una cosa es más cómoda que la otra, quizás por inatención o quizás, conscientemente o no, para que pase lo que va a pasar, que la copa se caiga, quizás porque tal y como la dejó estaba inestable, quizás porque la madera del piano vibra lo suficiente para hacerla caer (y entonces sería la música la que hace caer la copa, la que provoca aquello que la interrumpe). Pero lo raro no es, creo, eso. Lo raro es que la mujer, en la cocina, reacciona al instante a esa caída de la copa. Nosotros hemos visto y oído caer la copa pero ella está en la cocina y no parece normal que la haya oído. O, mejor dicho, según lo vemos nos parece lógico, aunque no lo sea, y así, sin que nos demos cuenta, con este y otros detalles una extrañeza al mismo tiempo visible y escondida se nos va metiendo en el cuerpo y nos va sacando de la certeza Podríamos pensar, es cierto, que a lo que reacciona la mujer no es a la caída de la copa sino al cese de la música, pero al instante coge el cepillo y el recogedor, como si, sin haberlo visto ni oído, sepa al instante qué es lo que ha provocado el cese de la música, como si lo supiese por instinto, un instinto que quizás sea costumbre, puede que no sea la primera vez que esto sucede, o que puede ser, por decirlo así, telepatía. Es como una versión disimulada y cotidiana de aquel momento en Nosferatu en el que Ellen reaccionaba a miles de kilómetros de distancia a lo que estaba a punto de hacer el vampiro. En esta película lo invisible que circula parece ser el dinero, falso o verdadero, o siempre falso, pero poco a poco se cuelan otras circulaciones invisibles, sobre todo con esta mujer que parece saberlo todo, lo que ve y sobre todo lo que no ve, sin que sepamos si es algo que la vida le ha ido dando o si es algo que siempre estuvo en ella, sin que sepamos ni siquiera si es cierto que todo lo sabe o si nos lo estamos imaginando, porque los detalles que nos hacen pensarlo son ambiguos, dan el pego de lo cotidiano pero quizás sean otra cosa, quizás sean moneda verdadera en un mundo de moneda falsa. O no.
(L'argent, Robert Bresson)
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