Ahí, en la imagen, veis un pequeño perro lanudo y un señor con gafas que limpia el polvo de un coche negro con un trapo, algo así como una mopa. El señor no ve al perro y el perro y la mopa se parecen. El perro, además, se ha escapado del coche en el que tenía que esperar a su dueña y la ha ido siguiendo aquí dentro, a la gran exposición internacional de coches a punto de ser inaugurada. Todo esto, el parecido entre el perro y la mopa y el hecho de que nadie haya visto lo que hace el perro, ni la dueña ni el señor que limpia, parece que prepara para un gag. Sin embargo, la película junta los elementos pero evita el gag, o al menos evita ese gag. La gracia, más adelante, está en que el señor limpia con cierta desidia (en esta película es una maravilla ver a la gente que trabaja lentamente y sin ganas) y que el jefe le echa una breve bronca por ello, apenas un par de frases. Luego otro señor más mayor y más diligente le coge la mopa de las manos y se pone a limpiar otro coche sucísimo que hay al lado. ¡Justo el coche que no había que limpiar! Porque es un coche que ha participado en un rally y la suciedad es en él un punto a favor. Así que ahora el jefe le grita al señor demasiado diligente como antes le gritaba al señor demasiado displicente. Y, por otra parte, no pasa nada con el perro fugitivo, la siguiente vez que le vemos camina junto a su dueña. La gracia ha estado en indicar un gag y acabar realizando otro. El gag del perro ha sido bordeado y ha sido evitado. Sin embargo, mucho más adelante, cuando ya casi hayamos olvidado esta escena, habrá por fin un gag que se aproveche del parecido del perro con, esta vez, un chaleco de esos de piel de oveja. La película está llena, creo, de gags indicados y evitados, de casi gags. A menudo sucede como con el perro y la mopa: poner juntas dos cosas que se parecen. Como si bastase con indicar eso, el parecido y que algo podría pasar y no hiciese falta que, además, ese algo pasase. Es una sensación muy extraña. Creo que ya dijo alguien (y creo que fue Serge Daney) que la gracia de las películas de Tati estaba en que la gente no se caía. Me acordé de esa frase volviendo a ver la película. Entre los casi gags hay un par muy buenos que van de eso, están a punto de ser gags de alguien que se cae y sin embargo nadie se cae. Hay, por ejemplo, un policía que pisa una mancha de aceite y la gracia está en que no se cae y en cómo, justo después, camina sin caerse. Camina como si no quisiera admitir que ha pisado una mancha de aceite. La película, a menudo, avanza como ese policía. Bordea el gag y al mismo tiempo avanza un poco tiesa, haciendo como si no se diese cuenta. Pero se da cuenta, claro. Se pone zancadillas a sí misma por el placer de no tropezar, por el placer de verse obligada a levantar la pierna de una manera rara. Y así vamos aprendiendo a ver más de lo que realmente vemos y ver quizás, detrás de todo esto, algo bastante vertiginoso, algo así como un fin del mundo o, más bien, un fin de lo humano. Mientras la tele retransmite la llegada a al luna, acá en la tierra se da el triunfo de la chapa que hemos visto fabricar durante los títulos iniciales. El mundo parece estar a un ratito de volverse todo superficie de chapa. O no, porque la película, bordeando el fin del mundo, no cae. Pero nos hace adivinar, como sin querer, la caída que no vemos.
(Trafic, Jacques Tati)
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