miércoles, 14 de octubre de 2020

otra lógica


Iba conduciendo y de pronto me puse a pensar en Otra mujer, que vi hace ya bastantes días. Al verla había tenido una sensación extraña. Es una película hecha de secuencias en presente (por así decir), de flashbacks y de sueños. Hacia el final de la película, en una secuencia que ahora no recuerdo pero que era una de las secuencias del presente, tuve la sensación de que esa secuencia, sin cambiar ningún detalle, podría ser una secuencia de sueño. Quizás fuese porque las secuencias de sueños de la película no son tan diferentes de las secuencias de flashbacks, como si los dos tipos de secuencia en el fondo se ocuparan del pasado y de lo, voluntariamente o no, olvidado, e importase más esa función común que la diferencia entre sueño y realidad. Quizás fuese porque las secuencias del presente en realidad están llenas de casualidades tan improbables como las de los sueños. Casi todo lo importante que sucede en esta película sucede por azar. Y quizás todo lo que ya sucedió, en cambio, nunca fue por azar. Quizás lo que pasa en la película es eso, un presente hecho de azares y un pasado hecho de causas y efectos olvidado. Quizás lo que descubre el personaje es que todo lo que sucedió en el pasado fue por voluntad, para lo bueno y para lo malo. Como si el personaje descubriese la figura oculta que su voluntad ha ido dibujando a lo largo a los años, sin que ella quisiese darse cuenta. O quizás yo ahora reescribo la película así, dándole ese sentido, aprovechando que han pasado los días y que bastantes detalles se me han desdibujado. Pero mejor volver a lo del azar  en el presente. Cuando el personaje de Gena Rowlands decide saber más sobre el personaje de Mia Farrow se pone a seguirla por la calle. Si en esa secuencia consiguiese hablar con ella todo tendría una lógica realista. Pero esa secuencia es interrumpida por el azar de una amiga perdida de vista hace años (más bien hace décadas) que de pronto sale por la puerta de un teatro. Ahí el personaje se enterará de cosas varias sobre sí misma sin haberlo buscado, sin que esa fuera su intención, por azar. Cuando por fin el personaje de Rowlands hable con el de Farrow el encuentro tendrá que ser por azar, involuntario e inverosímil. Y dentro de ese encuentro por azar habrá otra revelación por azar, la de la infidelidad del marido, una sucesión de azares que tienen la lógica de un sueño, o la lógica que a veces le suponemos a los sueños cuando estamos despiertos. Al personaje de Rowlands, que se sienta a escribir conscientemente un libro, el conocimiento sobre sí misma sólo le puede llegar por azar, sin buscarlo, a pesar suyo, no se sabe si por gracia o por desgracia, aunque la película parece pensar que por gracia, que mejor saber, aunque duela. O quizás lo que piensa la película es que en el fondo las cosas siempre se han sabido pero que hacía falta el azar para sacarlas a la luz y así poder deshacerse de ellas para poder cambiar. Todo ello muy psicoanalítico, supongo. Aquí el psicoanálisis está del otro lado de la pared y no en el centro de la película pero quizás sea para disimular su importancia, como también puede ser que los sueños estén ahí para disimular que en realidad toda la película tiene la lógica de un sueño, una lógica llena de azares. Como si lo que contase la película fuese unos días o semanas en la vida de una mujer en los que de pronto la realidad se le llena de azares, se le llena de sueños, se le llena de libres asociaciones de todo lo que ha olvidado u ocultado, como si pasase por un sueño y saliese de ello cambiada, despierta de otra manera. Pero si me puse a pensar en todo esto mientras conducía no era, creo, por este sentido posible de la progresiva indiferencia entre las secuencias de sueños y las secuencias reales, sino más bien por el placer de que, más allá de su sentido, sucediese eso, esa indiferencia libre o, más bien, esa alianza entre el sueño, el pasado y el presente para formar la historia, la película, que, al fin y al cabo, no es, creo, ni sueño, ni pasado, ni presente. Y pensé, también, en el teatro. En que en el teatro, al cabo, todo es escena y que esa era su libertad y que aquí, como tantas otras veces, el teatro se la prestaba al cine. 

(Otra mujer, Woody Allen)

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