lunes, 1 de octubre de 2018

nadie al teléfono


Hay literas, hay una puerta que se abre, un rayo de luz que entra, es una sala grande, muy grande, de un albergue para pobres y la puerta la abre un tipo gordo que alguna vez fue policía pero que ahora es investigador privado, a punto de convertirse en vengador privado o en asesino privado, va buscando a un hombre, otro asesino, para matarlo, fuera de toda ley, con una ganzúa, va a ir de cama en cama apuntando con la linterna a la cara de los hombres que duermen, en busca de ese al que busca, no lo llega a encontrar pero la escena es violenta, violenta cada luz dirigida a la cara de un hombre que duerme y que no quiere ser visto, hay una sensación de caída, caída del personaje del policía, caída del personaje del asesino, caída del mundo entero, quizás las películas de terror sean las películas más tristes, quizás no hablen más que de tristeza, no lo sé, en esta película hay algo así como una sucesión de soledades y de impotencias, gente que no consigue hacer cosas, que no consigue comunicar ni con los otros ni consigo misma, al principio es una película de terror en la que una niñera recibe llamadas inquietantes de un desconocido que le pregunta "¿has ido a ver a los niños?", unos niños que se supone que duermen en una habitación del piso de arriba y más vale no ir a comprobarlo porque han estado resfriados y si se despiertan no hay quien los vuelva a dormir, así que la niñera hace lo que en esos casos parece más sensato, intentar no tomarse en serio su propio miedo, intentar no escuchar lo que dice el propio instinto, comportarse consigo misma como una funcionaria incrédula, y se equivoca claro, si no se equivocase no habría película, o sería una película muy diferente, porque la niñera tenía toda la razón del mundo al tener miedo y cuando eso por fin es evidente la película cambia, salta siete años, y no es que os vaya a contar lo que pasa, pero digamos que la película pasa del mundo suburbano y acomodado a un mundo urbano nada cómodo, un mundo de bares y de calles que siempre dan miedo, ahora seguimos a otros personajes, seguimos al que vendría a ser el malo, solo que lo vemos también de otra manera, no lo vemos solo como el malo, lo vemos como un hombre volviéndose vagabundo, y hay algo inesperado, otra violencia, la violencia de la miseria, de pronto uno siente que casi nunca había visto así en una película el volverse vagabundo de un personaje, el sentir la suciedad y el cuerpo que aguanta apenas y el miedo mezclado con el agotamiento, quizás pase algo así con la miseria, que cuando realmente aparece en una película es cuando no se veía venir, cuando parecía que iba de otra cosa, a mí me pasa por ejemplo con un plano de Las siete ocasiones, más tarde volveremos al mundo suburbano y cuando volvamos a ver una cocina amplia, una cocina limpia, nos costará creer que este dormitorio de albergue y esa cocina puedan coexistir en el mismo mundo, y la película parece que no va de eso pero está ahí, como está de un lado una mujer joven en una cocina amplia y de otro lado una mujer más mayor en un bar al que no sabe por qué vuelve noche tras noche y sin embargo vuelve, oposiciones simples que no son en sí una caricatura ni una denuncia de nada, pero que son mundos de esos que parece que nunca se podrán cruzar, en la cocina es imposible imaginar el bar, en el bar es imposible imaginar la cocina, parece ser que la película tiene algo de collage, al principio era un corto, tan solo los veinte primeros minutos, y luego, como el corto funcionó, alargaron la película, continuaron la historia de una manera que podría parecer que nada tiene que ver con el tono de la primera parte, y quizás lo bello de la película está también en ese aparente no tener nada que ver, en ese efecto de montaje, darle la vuelta a una historia y ver otra cara, una cara tan diferente que ni el tono ni el mundo que muestra puede ser el mismo de la primera parte, que ni siquiera puede ir de veras de lo mismo, pero es porque toda historia está hecha en el fondo de historias que no concuerdan, de historias que no se ajustan bien, aquí parece que el mundo podría ampliarse y ampliarse, con apenas unos personajes, cada cual en su película, el mundo se vuelve irreductible a una única historia y pasan cosas tan extrañas y tan violentas como ese encuentro entre la historia de un detective y un asesino vagabundo, el encuentro entre un tipo con linterna y ganzúa y el dormitorio de un albergue, cosas que no deberían de haberse encontrado y sin embargo se encuentran y no tienen en común nada más que la noche, la oscuridad y la soledad, como si en el fondo todo hablar al teléfono fuese siempre un hablar solo, un hablar al vacío, un escuchar al vacío y esperar no oír nada, un esperar no oír al vacío hablar. 
(Llama un extraño, Fred Walton)

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