sábado, 21 de julio de 2018

con calcetín sudado

para Santos

Es el reencuentro de un marido y una esposa en una pequeña ciudad de las montañas, un reencuentro inesperado tras lo que podía parecer ya para siempre una ruptura, y eso que hay en la mano derecha de él, no sé si veis, esa cosa negra, es un calcetín, un calcetín negro que él se acaba de quitar, porque la escena sucede cuando él acaba de volver del trabajo, un largo y caluroso día de trabajo en la oficina de una fábrica, y cuando ha comprendido que su esposa estaba allí, que había venido por sorpresa, él estaba quitándose los calcetines, esos calcetines que deben de estar bastante sudados y que quizás lleva todo el día pensando en quitarse, el otro calcetín está en el suelo, si os fijáis lo podéis ver ahí, en línea con los pies de ella, y eso de quedarse con el calcetín negro en la mano es como el toque sudado en la escena de emoción, o quizás sea una forma de pudor, con el calcetín en la mano no la puede tocar, en realidad en toda la escena no se tocan, no sé si os dais cuenta, es el reencuentro de un hombre y una mujer y no se tocan, se hablan pero no se tocan, tocan otras cosas, calcetines sudados, por ejemplo, y además él se quita el reloj, mientras hablan de cosas que deciden cómo van a vivir a partir de entonces él sigue con los gestos cotidianos, los gestos de ir quitándose las ropas y objetos del trabajo, las ropas y objetos del estar fuera de casa, en la película los hemos visto despertarse unas cuantas veces, hemos visto cómo va él al trabajo, hemos oído a algunos de sus colegas hablar del ello, el asombro cotidiano de toda esa gente en tren, de toda esa gente llenando oficinas, y también le hemos visto a él volver de casa y quitarse la ropa, y según cómo se quitase la ropa y cómo la recogiese o no ella podíamos saber lo que iba pasando entre ellos, importaba una camisa que se oculta porque tiene una mancha de carmín, importaba un pantalón que se dobla con cuidado, importaban todas esas variaciones en esos gestos que se repiten día tras día, y es que la película quizás vaya de eso, del día tras día, de la repetición, de pronto uno se da cuenta de que los personajes hablan mucho de la vida de trabajador asalariado, los que no son asalariados envidian a los asalariados, y los asalariados envidian a los que trabajan por cuenta propia, hablan de ello con algo de asombro, como si se estuviesen dando cuenta de algo, una ley, un monstruo, un castillo, que siempre estuvo ahí y que nunca habían visto, aunque también da la sensación de que ese asombro quizás sea también algo cotidiano, pero es extraño oírlo tanto, es extraño oír hablar tanto de algo que es la realidad de tanta gente, es extraño oír hablar tanto en una película de lo que siempre está ahí, y llega un momento en el que uno no sabe muy bien si está viendo una película sobre vida matrimonial con vida asalariada de fondo o una película sobre vida asalariada con vida matrimonial de fondo, o si las dos cosas se encuentran y quizás sea una película sobre las certezas de la vida cotidiana, la certeza de los días y las noches, la certeza de los gestos que, más o menos, se van a repetir, y qué hacer entonces con esa certeza, y también, al borde de esas certezas, el recuerdo de que se nace y el recuerdo de que se muere, hay un personaje del que se dice que nunca se vio a un oficinista más feliz de serlo, y es aquel que está enfermo y para el que las certezas de los días y las noches son estar en cama sin poder respirar y contando los días desde la última vez que pudo vivir y caminar normalmente, sí, hay un personaje que ya no se quita los calcetines al volver a casa, que ya no se quita el reloj, que ya no toma el tren en hora punta, que ya no se pasa el día sentado en una oficina, y es algo triste, todo es cuestión de desde dónde se mire, desde dentro o desde fuera, desde el principio o desde el final, pero al cabo nos quedan los personajes que sí viven en la certeza, aunque han descubierto lo frágil que es, y quizás no acaban de estar seguros de que tenga o no un valor, de que merezca o no la pena, pero siguen adelante con ella, de otra manera, en otra ciudad, mientras en el suelo hay un par de calcetines negros y afuera, en el cielo de la ciudad, una chimenea de la fábrica echa un humo negro sobre un fondo de montaña y nube blanca, y ya no sabemos si lo que vemos es el humo negro, la nube blanca, o los dos, y quizás la cámara no haga tanta diferencia entre humo y nube, para la cámara lo mismo son encuentro y separación, lo mismo son nube y humo, son algo que se mueve, son algo que el viento mueve.
(Primavera precoz, Yasujiro Ozu)

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