domingo, 6 de noviembre de 2016












Empieza con un asombroso plano secuencia como solo los hace Vecchiali. Luego todo el viaje en tren es un recorrido por España, Machado, los vagones de tercera, campesinos, el paisaje, los soldados y sus canciones, alegrías y miserias. Dos estudiantes y su mundo que se pasean por ese otro mundo que es la España de los años sesenta. Testimonios. Una maestra. En una estación se despiden unos novios ("¡No te tiñas el pelo, ponte las inyecciones de calcio!"). Mirada atenta y amplia, casi documental. Después, la ciudad, Belmondo y Karina por Toledo, alegría de correr, juegos de manos, miedo al futuro. Humor (el marido de la tasquera disfrazado, para los turistas, de El Greco). El vaivén del amor. Yo hablo de la Venus del espejo y tú me tocas el culo. Enfados y desenfados. Bellísimos travellings, elipsis maravillosas (la que pasa de la mesa del café al banco frente al cuadro de El Greco). Belleza frágil. Crónica de un día. No sucede casi nada y sucede todo. 
                                                                               (Francisco Regueiro, El buen amor, 1963)


 


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