Empieza con un
asombroso plano secuencia como solo los hace Vecchiali. Luego todo el viaje en tren es un recorrido
por España, Machado, los vagones de tercera, campesinos, el paisaje, los
soldados y sus canciones, alegrías y miserias. Dos estudiantes y su mundo que
se pasean por ese otro mundo que es la España de los años sesenta. Testimonios. Una
maestra. En una estación se despiden unos novios ("¡No te tiñas el pelo, ponte
las inyecciones de calcio!"). Mirada atenta y amplia, casi documental. Después,
la ciudad, Belmondo y Karina por Toledo, alegría de correr, juegos de manos,
miedo al futuro. Humor (el marido de la tasquera disfrazado, para los turistas,
de El Greco). El vaivén del amor. Yo hablo de la Venus del espejo y tú me tocas
el culo. Enfados y desenfados. Bellísimos travellings, elipsis maravillosas
(la que pasa de la mesa del café al banco frente al cuadro de El Greco).
Belleza frágil. Crónica de un día. No sucede casi nada y sucede todo.
(Francisco Regueiro, El buen amor, 1963)
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