¿Quién
fue Jacques Rivette?
Jacques
Rivette fue, por ejemplo, un chico que, a mediados o finales de los años cuarenta, leyó un libro y que leyendo ese libro supo que lo que quería
hacer en la vida era cine. Ese libro era el Diario
de rodaje de La Bella y la Bestia,
de Jean Cocteau. Leyéndolo uno pensaría que es un libro escrito
para quitar cualquier deseo de hacer cine. Es en su mayor parte una
retahíla de contratiempos materiales y enfermedades y en el se
aprende tanto sobre forúnculos como sobre cine. Pero el caso es que leyendo ese libro Rivette vio que el cine era un lugar en el que
sucedían cosas, donde se hablaba con gente, donde entre varios se probaban cosas que podían funcionar o no...
Jacques
Rivette fue también el cineasta que a una encuesta de
Libération
de finales de los ochenta, en la que se le preguntaba a cineastas del
mundo entero por qué filmaban, respondió: La
verdadera pregunta, en mi caso, es: ¿con quién? Así que, ¿por qué
filma? Para poder encontrar los cómplices necesarios.
Hacer una película es como
robar una caja fuerte
le había dicho Jean Renoir a Jacques Rivette, hacen
falta cómplices,
y uno tiene la sensación de que quizás para Renoir, y desde luego
para Rivette, importan más los cómplices que la caja fuerte. No es
que hagan falta cómplices para robar la caja fuerte, es que el robo
de la caja fuerte es una excusa para tener cómplices, cómplices que
son los actores, el equipo y, también, diría Renoir, el público,
nosotros.
Jacques
Rivette, fue, pues un chico que quería hacer cine y que para eso
decidió ir a París, porque él era de una pequeña ciudad de
provincias, Rouen, allá en Normandía. Fue a París y allí
conoció, en la Cinemateca Francesa, a otros jóvenes que también
querían hacer cine. Algunos eran un poco más mayores, otros eran un poco más
jóvenes. Eran Truffaut, Rohmer, Godard, Chabrol...
Todos
esos jóvenes serían más tarde cineastas y serían lo que se llamó
la Nueva Ola pero, por el momento, en los años cincuenta, lo que
hicieron fue participar en los Cahiers du Cinéma. Los
Cahiers eran una revista de tapas
amarillas que fue importantísima y en la que escribieron todos
ellos pero quizás lo más importante de los Cahiers no fuese la revista sino aquello de
lo que no ha quedado registro, quizás lo más importante de los
Cahiers sea el haber sido un lugar, la redacción, en el que todos esos
jóvenes, y otros más mayores, se veían casi a diario y hablaban y
hablaban. Quizás lo más importante, para aquellos que lo vivieron,
más que la revista en papel, más que la caja fuerte, fuesen las
conversaciones. Pero sin caja fuerte, recordemos, no hay banda.
Más
tarde, a finales de los cincuenta, principios de los sesenta, todos
esos jóvenes empezaron a hacer cine y fueron la Nueva Ola. Algunos
tuvieron un éxito inmediato. Otros tardaron más. Rivette fue de los
segundos, aunque había sido de los primeros en empezar a rodar su primer
largometraje. Tardó tres años en terminarlo, cuando todos los demás
ya habían estrenado. La película no fue un éxito.
Esa
película era París nos pertenece, una historia en París,
con una troupe de teatro que ensaya una obra de Shakespeare,
Pericles, y, sobre todo, con el rumor de una conspiración, todo ello entremezclado desde el punto de vista de una joven estudiante. Si
digo esto es porque esa trama tiene algo en común con Out 1 y al mismo tiempo son película muy diferentes, París nos pertenece
es una película extraña pero menos que Out 1, y es una película con un guión
completamente escrito. En ella están ya los temas de Out 1 pero los métodos son otros.
¿Qué
métodos serán los de Out 1? ¿Cómo llega Rivette a ellos?
Adelantemos
acontecimientos: el método esencial de Out 1 es la improvisación. Para llegar a ella todavía le queda camino.
Como
su película no funciona, Rivette sigue trabajando en los
Cahiers du Cinéma, de los que llega a ser redactor jefe.
Y
hace una puesta en escena teatral de una novela de Didérot, La
religiosa, de la que después hace una película que estará
prohibida durante dos años.
La religiosa sigue
siendo una película con un guión cerrado y para cuando la termina Rivette ya está pensando en otra cosa, en otra manera de hacer.
Y
entonces Rivette ve un espectáculo de una troupe de teatro, la
troupe de Marc'O, que trabaja a partir de improvisaciones. La obra,
Les bargasses, cuenta la historia de un burdel en un país
imaginario. El país está en guerra, casi todos los hombres han sido
movilizados y las mujeres del burdel, como se aburren, deciden, para
pasar el tiempo, montar una obra de Esquilo... En la obra están
Bulle Ogier, Michelle Moretti, Jean-Pierre Kalfon, actores que
estarán en la siguiente película de Rivette, nuevos cómplices...
(Bulle y Michelle estarán también en Out 1.)
Al
mismo tiempo, Rivette rueda un documental sobre Jean Renoir para la
serie Cineastas de nuestro tiempo. Estos documentales
normalmente duraban una hora, una hora y pico. Rivette acaba por
hacer una película de cuatro horas y media, en tres partes. En la
segunda parte, que es una conversación de sobremesa entre Jean
Renoir y Michel Simon, uno de sus actores preferidos, a Rivette y a
su montador, Jean Eustache, les parece que no se puede renunciar a
nada. Llegan al punto de que cuando no hay imagen, porque el cámara
ha tenido que parar para cambiar de rollo, dejan la pantalla en negro
para que al menos oigamos el sonido. Es decir, buscan la manera de
conservar todo lo rodado. Esto tiene su miga porque normalmente una
película montada es más corta que la totalidad de la imagen rodada y a esa reducción se le suele llamar montaje. En este caso, la
película terminada es más larga que la imagen rodada y el trabajo
de montaje ya no consiste en reducir sino en encontrar la manera de
conservarlo todo.
En
esta película, por cierto, Michel Simon cuenta algo que yo creo que
tiene una cierta importancia. Habla del rodaje de La chienne,
en cuya escena clave él tiene que asesinar al personaje femenino.
Michel Simon les dice al operador de cámara y al operador de sonido
que carguen cámara y grabadora al máximo, porque es la primera vez
que asesina a alguien y no sabe cuanto tiempo puede llevar. Y los
operadores de cámara y de sonido no le hacen caso y no queda filmada
ni grabada la parte final de la escena.
En
Out 1 Rivette, ya lo veremos, no les dará indicaciones a los
actores pero sí les preguntará: ¿queréis un rollo corto o un
rollo largo? Lo cual quiere decir: vais a necesitar cinco o diez
minutos?
No recuerdo
ya si fue Rivette o Eustache el que contaba que, del trabajo en común
en la película sobre Renoir, a partir de lo que Renoir decía, Rivette
aprendió que ante todo había que improvisar y Eustache aprendió
que sobre todo no había que improvisar. En cualquier caso, las
películas que hicieron posteriormente demuestran que los dos tenían
razón.
Así
que cuando Rivette por fin rueda su tercera película de ficción,
L'amour fou, se lanza a improvisar. La película tiene una
estructura narrativa clara, se sabe lo que tiene que pasar en las
secuencias, pero los diálogos y parte de las acciones los improvisan
los actores. Rivette observa todo lo que hacen y por lo general nunca
interrumpe. Se queda mirando qué derroteros más o menos inesperados
toman los actores. La película no se parece a nada y dura cuatro
horas.
Estas
ya casi son las reglas del juego de Out 1.
Pero
todavía quedan algunos pasos más.
Bulle
Ogier cuenta que cuando estaban ella y Rivette en Nueva York para
presentar L'amour fou se quedaban por la tarde en el hotel
enganchados a una serie de televisión que, por lo que parece, podría
ser Superagente 86. Y que Rivette le habría dicho entonces:
estaría bien hacer una serie...
Quizás,
quizás... Aunque también puede ser que la idea de Out 1 tenga
varios orígenes. Cuando, años más tarde, un periodista alemán le
dice que su película es única, Rivette responde que no, que al
contrario, que él hizo Out 1 porque había visto otra película y
había decidido imitarla. ¿Qué película era esa? Era una película
que ya no existe, una película que quizás solo se vio una vez tal y
como la vio Rivette.
Un
día de verano de 1969 alguien le llama para decirle que Jean Rouch
organiza en la Cinemateca una proyección del primer montaje de su
película Petit
à petit.
Petit
à petit
cuenta la historia de tres nigerianos que viajan a París, en parte
con la idea de encargar un plano para un rascacielos que quieren
construir como sede de su empresa en Nigeria, en parte para hacer un
estudio sobre cómo viven los franceses.
Es
una película improvisada, como Out 1, pero, además, la versión
que ve Rivette es el primer montaje, dura once horas. Se pasan todo el
día en la Cinemateca viéndolo. Todavía hay planos sin sonido, planos
repetidos, claquetas, etc. Cuando Rivette sale de la Cinemateca, ya de noche, se
siente feliz y cuando haga Out 1 tendrá esa sesión en
mente.
Pero
ese Petit à petit que él vio no es el Petit à petit
terminado. El primer montaje de esa película que se dio por bueno ya solo duraba
cuatro horas. Luego se redujo a dos (aunque el de cuatro horas todavía puede verse) y luego a una hora y media. La
película que vio Rivette ya no existe mientras que Out 1 es
una película que, a pesar de todas sus vicisitudes, existe, la vamos
a ver hoy, en su versión de casi trece horas. En ese sentido
Rivettte aprende de Petit à petit lo que finalmente Petit
à petit no será. ¿Cómo hacer una película que se acerque a
esa sensación del primer montaje?
Y ya
llegamos a Out
1.
Estamos en 1970. Dos años después de mayo del 68. Esto
no se dice nunca en la película, pero está ahí, detrás. Vemos a
unos personajes para los que dos años antes hubo algo en común que
fue importante, algo que ahora está como dormido y de lo que se
preguntan qué importancia tuvo, cómo podría despertarse.
Pero,
de nuevo, esto no es explícito.
¿Cómo
se fabrica Out
1?
En
primer lugar Rivette busca cómplices.
Están
los actores, algunos con los que ya había trabajado, otros que
habían trabajado en películas de amigos, otros que vienen llamados
por algunos de los actores ya presentes. En general, gente a la que
Rivette admira, en la que Rivette confía.
Está
también el productor, Stéphane Tchalgadjieff, que es un joven que
no ha producido nunca pero que a visto L'amour fou y que la ha
admirado.
Y
está Suzanne Schiffman, que en los créditos figura como
codirectora o co-realizadora. Suzanne Schiffman, nacida en 1929, un
año más joven que Rivette, niña judía que sobrevivió a la
Segunda Guerra Mundial refugiada en un convento, que a principios de
los cincuenta frecuentaba la Cinemateca tanto como Truffaut, Rivette,
Rohmer o Godard, y que debía de ser algo así como la cómplice
ideal, porque trabajó en veinte películas de Truffaut, siete de
Rivette y varias de Godard, siendo primero script, después ayudante
de dirección y finalmente guionista. Y que dirigió también dos
películas a finales de los ochenta.
Bien,
ahora que ya tiene a los cómplices, Rivette les pide a los actores
que inventen sus personajes. Los hay que quieren tener troupes de
teatro, al final habrá dos, trabajando sobre obras de Esquilo, hay
una que quiere tener una librería, que decorará ella misma, y hay
otros dos, los más jóvenes, los más Out, de los que no diré nada
porque enseguida los veremos en la película.
No
será la única vez que Rivette trabaje así, yendo de los actores a
la historia. Una de sus últimas películas, Ne touchez pas la
hache, una adaptación de La duquesa de Langeais, de
Balzac, parte del tríptico La historia de los trece (que hoy
tendrá mucha importancia), iba a ser inicialmente una película de
ciencia-ficción con Jeanne Balibar y un actor con el que ella quería
trabajar, Guillaume Depardieu, pero cuando vieron que no iban a tener
los medios para hacer la película de ciencia-ficción Rivette y sus
guionistas se pusieron en busca de una historia que pudiese
convenir a los dos actores y así llegaron a Balzac. Esa es una
película, por cierto, donde todo el texto viene de los libros de
Balzac, salvo quizás un par de frases. Una película en la que no hay ninguna improvisación,
porque Rivette era un gran inventor de reglas del juego, en un caso
todo improvisación, en otro caso todo el texto tiene que venir del
escritor adaptado, pero no consideraba que estas fuesen reglas para el cine en general, solo las reglas del juego de una
película en particular. A la película siguiente inventaba unas
reglas nuevas.
Una
vez que tienen a los personajes, se ponen a buscar los decorados, y
una vez que tienen los decorados empiezan a hacer un esquema de
momentos en los que los personajes se cruzarán, para así poder
hacer un plan de trabajo. Y entonces, dice Suzanne Schiffman,
inyectan un poco de ficción.
Y
llega el rodaje. Seis semanas de rodaje para una película de 13
horas. Las escenas son improvisadas, Rivette apenas les pregunta a
los actores si necesitan un rollo corto o largo y luego se mantiene a
distancia, les deja hacer, aunque él y Suzanne Schiffman no dejan de
estar atentos a la evolución de la historia, si un personaje saca
del bolsillo unas cartas y se las entrega a otro, entonces esas
cartas tendrán que haber salido del algún sitio, y eso lo contarán
en la escena que rueden por la tarde. Así, de improvisación en
improvisación, la película se va tejiendo, o va apareciendo.
(Quizás sea ese uno de los trabajos de Suzanne Schiffman en el rodaje. Rivette decía: Me gusta decir: el presente de la película es la escena que rodamos hoy, no quiero saber nada más que eso. Por supuesto, es necesario saber cual rodaremos mañana, es inevitable preverlo, hay amigos que se ocupan de eso en el rodaje...)
Algunos
actores son felices con esta improvisación, otros lo pasan mal. Unos
toman el poder en la película, otros se borran. No importa, ya
veremos que Rivette fabrica su película con todo esto: con lo que
funciona y con lo que no funciona, con las facilidades y con los
bloqueos.
Una
vez terminado el rodaje, Rivette y Nicole Lubtchansky hacen, parece
ser que bastante rápido, un primer montaje de trece horas. La idea
de Rivette es proponérselo a la televisión como serie, como si
fuese Superagente 86, pero la televisión (por aquel entonces sólo había una cadena) lo rechaza, con el argumento de que es
demasiado bello y que ellos no son dignos de la película.
Así
que Rivette organiza una sesión en Le Havre, a 200 kilómetros de
París, con la intención de que la gente esté lejos de su vida
cotidiana.
Y
después se pone a trabajar con Nicole Lubtchansky en el montaje de
una versión corta, de cuatro horas y media, que les lleva mucho más
tiempo que la versión larga. Será Out 1 Spectre, el fantasma de la
versión larga, que quizás sea más árida de ver, una película en
la que uno no se puede dejar llevar.
La
versión larga se queda en su estado de copia de trabajo, sin
créditos, sin etalonaje, etc, y no vuelve a ser vista en casi
veinte años, hasta que la programan en 1989 el Festival de Rotterdam.
Cuando es programada en el festival de Rotterdam se dan cuenta de que
se han perdido cuarenta minutos de sonido, así que en aquella
ocasión, además de durar 13 horas, la película tenía cuarenta minutos mudos.
Luego ese sonido se recuperó, en parte a partir de los brutos, en
parte a partir de la copia de cuatro horas, y entonces sí que se
emitió en televisión, en Arte, y se distribuyó en vhs. Pero no se
estrenó realmente en cines hasta el año pasado.
Una advertencia: a pesar de que la película dura trece horas, los
giros en la historia suceden en general bastante rápido y si uno no
está atento o se ha quedado dormido puede no verlos. Esto puede no
ser grave, la película ya es bastante enigmática en sí, un par de
enigmas más quizás no le hagan daño, pero quizás una solución
sea que si queréis dormiros o salir, porque Rivette dijo en alguna
ocasión que la película se podría ver como una obra de teatro No,
yendo y viniendo, si os ausentáis quizás sea bueno que siempre haya
alguien montando guardia, para poder contar a los ausentes qué es lo
que ha pasado en ese tiempo.
Y, para terminar, quería leeros algo de lo que decía Bernadette
Lafont, una de las actrices de la película, una de las que en el
momento mismo peor vivió lo de la improvisación pero que sin embargo
quedó marcada por este trabajo: Out
1 es una película representativa de la búsqueda de una nueva
disponibilidad por parte del director, de los actores y del público.
(…) Ahora
me doy cuenta de que el cine de Rivette es aquel que corresponde de
una forma superior a todas mis fantasías de adolescencia. Me había
abierto la puerta, ya no tenía más que entrar en el jardín.
Y
algo que decía el propio Rivette: Quiero
que el espectador, en lugar de estar bien sentado en su butaca, se
sienta más bien como en lo alto de una pila de sillas en equilibrio
las unas sobre las otras, preguntándose si no van a acabar por
desmoronarse.
(Algunas de las fuentes.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario