miércoles, 28 de septiembre de 2016

oh el sombrero



Al principio de Rouge-Gorge hay monedas, monedas en una mano filmadas de cerca, como si fuese una peli de Bresson o una peli de Lang, como si fuesen una cosa muy seria, y luego lo serán, las monedas en general, no estas en particular, estas resulta que son para una máquina expendedora, una máquina que no funciona, o que funciona mal, hasta eso va a ser complicado, y encima alguien empuja a la chica que tenía las monedas en la mano y estas caen y no las vemos pero las oímos, y ese oírlas es casi más visual que si las hubiésemos visto, el oído permite más fácilmente, o más discretamente, exagerar, transformar esas monedas que caen en lluvia de monedas, en lluvia de oro.

Y al poco ya hay un silbato y un hombre blanco forcejeando con la policía y una pistola y un disparo al aire, al poco ya hay muchas cosas menos cotidianas que una máquina expendedora que no funciona y a partir de ahora casi todo va a ser así, máquinas expendedoras y disparos al aire, lo cotidiano y lo inusual, lo cotidiano contagiándose de lo extraño, sin que acabemos de decidir si todo esto, en el fondo, no es normal, por extraño que nos parezca, por inquietantes que parezcan de pronto, pongamos, unas motos aparcadas frente a un bar por la noche.

Y entonces suena el disparo y la chica dice un nombre, Louis, y se echa las manos a los ojos para no ver, y se mueve con una extraña inquietud, no solo se tapa para no ver, sino que se esfuerza por no ver, por no pensar, por no tener miedo, y la cámara avanza hacia ella y qué bonito es ese travelling, qué cosa más chula son los travellings, luego habrá más, habrá muchos, es una película llena de travellings, de esos que aíslan, acompañan, precisan, de esos que intensifican lo que vemos, pero así como sin querer, como pasa cuando de pronto nos fijamos en algo, o cuando seguimos algo con la mirada, sin poder dejar de mirar.

Y entonces el sombrero, oh, el sombrero que rueda, qué cosa, un sombrero blanco que rueda, puede ser, claro, puede ser, pero raramente es, y un silbido, ya no oímos el ruido cotidiano del aeropuerto, el tiempo ha quedado suspendido hasta que el sombrero deje de rodar, hasta que llegue a los pies de un hombre que, en un instante lo sabremos, es Louis, el Louis cuyo nombre decía la chica, el Louis por quien temía, y el hombre está silbando, qué manera de llegar a él, un sombrero que rueda y el silencio y el silbido, es el hombre a quien se llega en los momentos en los que la realidad queda suspendida y al mismo tiempo no es nada más un hombre con un periódico bajo el brazo en un aeropuerto, pero qué elegancia todo, la elegancia, también, enrarece, sí, la elegancia tiene su importancia.

Luego están las pistolas, una en el suelo y otras tres que apuntan al joven detenido, al que ya nunca volveremos a ver, la película está hecha de desvíos, pero la amenaza queda ahí, indirecta, esas pistolas no apuntan a los personajes a los que acompañaremos, pero esas pistolas están ahí, junto a ellos, pueden ser asunto suyo.

Y ya se llevan el sombrero de las manos de Louis, apenas sirvió un instante, apenas fue una manera de llegar de A a B, una manera que no es como otra cualquiera, y entonces está el encuentro entre la chica y Louis, y la vocecilla de ella y la voz gastada de él, y algo que se dice de una cicatriz, y para terminar alguien que los espía a través de una vitrina, ni un plano sin su amenaza, ¿quién da más?

Bueno, todavía queda que se hable de un sobre marrón, que Louis le entregue a ella una llave, que la cámara avance de nuevo hacia ella, que suene la música y que reaparezca el espía y un plano de ella vista a través de unos escalones y él desapareciendo en contrapicado con la barandilla delante, el mundo sobre él, hay algo triste en estos planos y no se sabe muy bien por qué.

Pasa a menudo en la película, estamos preocupados y no sabemos por qué, estamos tristes y tampoco lo sabemos, unas secuencias más tarde hay dos personajes junto a un coche, una cosa de lo más banal, aunque es cierto que hablan de nuevo de sobres marrones y demás misterios, pero sobre todo vemos la escena filmada un poco desde abajo, un poco a contrapicado, y no es que eso tenga sentido, simplemente se ve un poco más bonita y al mismo tiempo un poco más amenazadora, todo es cosa de dónde poner la cámara, todas esas barreras, todos esos travellings, todas esos rostros vistos un poco desde arriba, un poco desde abajo, ponerse en el ángulo de lo normal y luego desplazarse un poco, hacia delante, hacia arriba, hacia abajo, y de pronto lo normal ya no es tan normal.

Y en realidad todo esto que escribo no es más que una manera de señalar, de decir "oh, mirad eso" y también quería decir: oh, mirad al final de la secuencia ese travelling alrededor de las escaleras, ¿no os parece que en su manera de pasar de A a B anda sobrado de elegancia, no os parece que es un poco como un sombrero blanco que rueda?

(Rouge-Gorge, Pierre Zucca)

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