... Imitación a la vida es la historia de cuatro mujeres y también un poco la historia de un hombre, apenas vemos más del mundo exterior, sería imposible ver más, porque a cada personaje le da Sirk su tiempo y sus luces y sus razones, su película es como una pequeña máquina de comprender, un mundo a escala para experimentar la circulación entre cuatro o cinco vidas divergentes, y sin embargo el mundo alrededor importa, porque estas mujeres son lo que son en el mundo, un mundo en el que triunfar o tener muchos amigos o ser libre o adulta, todo eso necesita del mundo alrededor, un mundo que puede negarte, que puede destrozarte, golpearte y también adularte, así que hay unos cuantos personajes, unas cuantas figuras que son, a veces en apenas un trazo, a veces un poco más, el mundo, el afuera en el que estas mujeres viven, y ahí está también la astucia de Sirk, porque de pronto hacia el final de la película Annie habla de los muchos amigos que tiene, y que nosotros no hemos visto, nos sorprende tanto como a Lora, nunca hemos salido a la calle con ella, nunca la hemos acompañado a hacer la compra, y ¿cómo consigue Sirk que veamos todos ese mundo de amigos que no habíamos notado? pues en el funeral de Annie vemos al lechero que había aparecido en un único plano al principio de la película, pero que es un tipo con una cara graciosa y fea, pero fea de dibujos animados, una cara que aunque creamos haberla olvidado podemos reconocerla al instante cuando reaparece dos horas más tarde con una gravedad que al empezar la película no pudimos imaginarle y, así, en apenas un instante, Sirk hace existir ese mundo de amistades de Annie, la vemos en la calle, la vemos hablar con los vendedores, la vemos con su eterna sonrisa, y todo eso existe gracias a este plano de un tipo calvo y gafotas, aunque ya no hay tiempo para detenerse en ello porque estamos a unos cuantos segundos de echarnos a llorar para ya no parar...
(Imitación a la vida, Douglas Sirk)
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