...Imitación a la vida es una historia de deseos fuertes que se cruzan y nunca coinciden, ser actriz, ser blanca, tener una casa, casarse con Lana Turner, y en medio de todo eso está la pequeña Susie, que al crecer es Sandra Dee y tiene como un aire de figurilla de porcelana y a lo más que alcanza es a enamorarse del hombre que ama a su madre, lo que más desea Susie es desear con fuerza y no hay quién se la tome en serio, con sus ojos como platos y su vocecilla y sus ropas de bibelot, y sin embargo Douglas Sirk se la toma en serio, se toma en serio su deseo de ser tomada en serio, de tomarse a sí misma en serio, su deseo de razonar de manera justa aunque sea por vías que parecen imposibles, que parecen color chicle de fresa y revista para adolescentes, las vías no impiden la sinceridad del deseo y Susie acaba alcanzando algo de lo que busca, Sirk le concede dos o tres verdades y sobre todo el tiempo y la luz para ver cómo llega a aclarar su pensamiento, para ver nacer la firmeza de una razón en su rostro, las mujeres de las películas de Sirk piensan, nunca he observado eso en las películas de otros directores, normalmente las mujeres simplemente reaccionan o hacen lo que hacen todas las mujeres en las películas, decía Fassbinder, y seguía, es maravilloso ver a una mujer pensando, da una esperanza real, y eso ya es asombroso, pero aún más cuando ese tiempo del pensamiento se le concede también a Susie, al personaje que parecía condenado a la idiotez, una generosidad que es cosa de puesta en escena, de luz y sombra y tiempo y encuadre, y que no desprecia ni a la muñequilla de porcelana...
(Imitación a la vida, Douglas Sirk)
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