... es una frase triste, tristísima, de puro amarga y malvada, en una película triste, casi tristísima, la dice una mujer mal casada y mal encarada cuando le preguntan por qué agobia y se empeña en intentar malcasar a su hermana pequeña, porque no soporto a las que son así, y así quiere decir diferente de ella, quiere decir capaz de imaginar y de desear la vida de otra manera, intentando no dañar ni ser dañada, una vida donde el centro no sean ni los hombres ni el dinero, es una frase triste y malvada, sí, en una película triste y dura, una película de dinero, de préstamos y de seguros de vida, de deudas y de favores, tres hermanas, un hermano y una madre, y los maridos y pretendientes, y el aire entre todos esos personajes, que es un aire hecho de eso, de dinero, de desconfianza y de destrucción, hay que ver el plano en el que una de las hermanas, que acaba de enviudar, al sentir cómo todos a su alrededor piensan en su dinero, sale a llorar sola al callejón, en cuclillas, hasta que la vista de un gatito (sí, sí) le da un breve alivio, un respiro de humanidad, y si la película se queda en triste y no en tristísima es porque se adivina otro mundo, y suena por aquí y por allá una música de piano, hay una inquilina casi sin dinero y que apenas come pero que tiene un tocadiscos, un piano que es como un canto de sirenas invitando a saltar de ese barco que de todas maneras se hunde, y cuando más tarde la hermana que no es así se mude, oirá también un piano sonando en casa de los vecinos, y conocerá a un pianista que tal vez también sea así, pero eso la película no lo resolverá, no, más que la posible historia con el chico importan la visita de una de las hermanas, y luego de la madre, a ver cómo vive ahora la chica, y la sensación de que ellas comprenden el porqué, sí, liberándose la chica consigue compartir con ellas un poco de su visión, y sentimos en ellas un alivio, o un poco de paz, que no sabemos si durará, pero es sorprendente eso, la película no resuelve el problema del novio o no, no lo necesita, ni acaba de resolver ninguno de los conflictos, de pronto importa otra cosa, que la hija haya podido, en lo que dura una tarde, menos, en lo que dura un relámpago, mientras al fondo suena un piano, tras haber llorado mucho las dos, compartir su visión con su madre, hacerle un poco de bien, recordarle que ella también es, puede ser, un poco así...
( El relámpago, Mikio Naruse)
(Es posible que lo que describo no tenga nada que ver con la película. Intentaré comprobarlo.)
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