martes, 10 de enero de 2012

Las tres edades (que son cuatro, que son dos)



para Fred

Tarde de Toros, de Ladislao Vajda. ¿Un melodrama documental? ¿Un melodrama didáctico?

Didáctico y además exhaustivo porque al terminar la película uno sabe toros mucho más que al empezar (si es que no sabía nada). Apenas una tarde de toros, pero en esa tarde entra todo, las tres edades de los toreros (inicio, cumbre y crepúsculo), los apoderados, las cogidas (sin consecuencias unas, mortales otras), las mujeres y las amantes, el público, el éxito y el fracaso, las buenas y las malas faenas, el miedo, la amargura y la felicidad, los espontáneos, la arena y el quirófano...

Documental porque al fin y al cabo los toreros son de verdad toreros y los toros de verdad son toros. Y Las Ventas es las Ventas, desde todos sus ángulos, desde el centro de la plaza y desde lo alto de los tendidos.

Inteligencia del guión, ¿Cómo meter lo más posible en una hora y cuarto? ¿Cuales son las situaciones que nos desvelarán todo el conjunto? A toro pasado la respuesta parece evidente: una corrida de alternativa. Allí estará el torero que comienza, el que está en su momento de gloria y aquel que está en decadencia. Un será, un es, un fue. Y aún otro fue, el padre del debutante, antiguo torero él también. Y de añadidura un espontáneo. Un querer ser.

Inteligencia del melodrama, quizás el género ideal para documentar una época, un oficio, un mundo. Y la Comedia Humana de Balzac era una sucesión de melodramas como manera de alcanzar un realismo total, un realismo que describiese los mecanismos sociales, todos los estratos, todas las posibilidades, y todo su movimiento. El realismo es melodramático por instinto y por necesidad.

(Bueno, y ahí hay también su comedia inevitable, el melodrama realista quiere recoger toda la experiencia, y eso incluye también la caricatura y el humor. Todo vale, todo es necesario.)

Tres edades que son muchas más, incluida la edad del espontáneo, quizás la más importante, la del querer y no poder y de puro querer acabar pudiendo y acabar quemándose en ese poder. Aquí es difícil no pensar que unos tienen que hacer trampas y escalar paredes para entrar en la plaza mientras que otros tienen las puertas abiertas. Es difícil no pensar que el debutante de familia torera que tiene que vencer al miedo para conseguirlo tiene su reverso en el joven pobre y sin miedo que acabará perdiendo la vida, pero encontrando la prueba de su valor. De su valor y quizás de su talento. Porque no olvidemos que el uno y el otro son necesarios.

Muchas edades que quizás sólo sean dos, más básicas, vida y muerte, los que salen de la plaza y los que no.

Apenas una tarde, apenas eso y la mirada continuamente móvil de Ladislao Vajda, que abarca todos los lugares, todas las dimensiones y todas las experiencias. Una mirada completa, precisa, pero también distante, preocupada por el detalle pero también por el dibujo general, por el viaje de un detalle a otro.

Un melodrama realista, donde lo importante no es tanto el drama como la imagen del mundo de los toros que nos permite trazar. Y dentro de ese mundo lo único que cuenta, la experiencia como trayectoria, la experiencia reducida a su más sencilla expresión: vida, lucha y muerte. Y al finales difícil saber si de todo el cuadro, de toda la comedia humana, lo que importanson los detalles o esa línea que todo lo compone, la experiencia de ese único trazo que resume una vida.

1 comentario:

  1. Y los travellings, ¡los travellings!

    Y Dafauce haciendo de médico.

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