lunes, 28 de marzo de 2011

China en el cielo de Sicilia



Leo la novela Conversación en Sicilia, de Elio Vittorini, a partir de la la cual Jean-Marie Straub y Danièle Huillet hicieron la película Sicilia!

Llego al pasaje del afilador, ese afilador que en la película me alegra, una alegría infantil al verle girar sobre sí mismo, levantar los brazos, gritar su texto.

En la novela ese afilador es comparado, algo más que comparado, a una cometa, y de esas cometas, que en Sicilia llaman, parece ser, “dragones volantes”, se nos ha dicho que son como China y Persia en el cielo de Sicilia, y a su vez China y Persia son las Mil y una noches leídas a los siete años, cuando todo es milagro y certidumbre.

Al leer esto en la novela de Vittorini me detengo un momento, dejo el libro y me vuelve la alegría que ese afilador me da en Sicilia! La vuelta sobre sí mismo es cometa, sus brazos alzados son mil y una noches. Sin poder ponerle esas palabras, sin que aparezca ninguna cometa, él sigue siendo en la película la cometa que es en la novela.

Pienso también lo que dice, ya no hay cuchillos ni tijeras en este mundo, o tan pocos, habla como el Gran Lombardo, el hombre en el tren que aspira a unos deberes nuevos, pues los habituales se han vuelto demasiado viejos y fáciles. Como si aspirase a unos cuchillos y tijeras nuevos pues los viejos ya no cortan, ya no son espada ni cañón.

Al volver a ver la película habiendo leído ya en la novela la parte del tren, oígo mucho mejor lo que dice ese hombre y me pregunto si antes veía la película con la atención suficiente, con la del niño que a los siete años lee las Mil y una noches y para él todo es milagro y certidumbre.

Me viene el deseo, sin tener la energía del Gran Lombardo, digamos más bien, me viene el deseo de tener la fuerza de desear ver mejor las películas, verlas de otra manera, que sean de nuevo cuchillo, que sean espada. Pues mi manera habitual de verlas ya no vale nada, no me deja sino la sensación de que falta algo. Verlas de otra manera, más atenta y viva,de tal manera que me acompañen, que la íntima alegría que me produce el afilador no sea tan solo cosa de un instante sino que permanezca, parte de mi vida, como una cometa-afilador que fuese Sicilia! en mi propio cielo, ese cielo que llevo a cuestas de una ciudad a otra.

Un poco más tarde, retomo el libro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario