Este es un plano que recordaba. Es un plano en el que he pensado a menudo. Bueno, quizás sea exagerado decir "a menudo", pero en cualquier caso más de lo que uno pensaría normalmente en un plano así, tan sencillo. Es un plano que está presente por ahí, en algún lugar de mi cabeza, como referencia. Quizás esté ahí para decirme que lo que más importa en el cine son los planos sencillos, que lo más importante de la puesta en escena se juega ahí, en encontrar la manera justa de hacer los planos menores. Puede parecer una tontería, quizás sea una tontería, pero no tengo tan claro que en la mayoría de las películas todos los planos nazcan iguales (y libres). Yo diría que a menudo hay jerarquías. Unos importan y otros rellenan. O bien hay una igualdad por lo bajo, ninguno importa de veras. En esta película ningún plano rellena, todos importan y todos se elevan los unos a los otros. Pero entonces, ¿por qué es justamente este el plano que recuerdo? Eso no lo tengo claro. Es cierto que es un plano único en la película, porque es el único plano verdaderamente urbano, aquel que en unos pocos segundos tiene que concentrar la sensación de ciudad. La verdad es que la manera de hacerlo tampoco es tan sutil, es casi de cine mudo (lo digo para bien), con esa verja que es al mismo tiempo una verja real (yo diría que de las Tullerías, pero tampoco me hagáis mucho caso) y una metáfora, el encierro de Kate, el personaje de Jane Birkin. Tras ella, pasan coches. Como el resto de la película transcurre en pueblecitos del sur, nunca antes y nunca después vamos a ver y, sobre todo, a oír tantos coches pasando así, rápidos, numerosos y anónimos (en el resto de la película los pocos coches que aparecen no son nada anónimos). Es desagradable, la verdad. Ella está encerrada entre las rejas y los coches. Entonces recibe una llamada y la película se va al lugar del que viene la llamada. Es uno de los pueblecitos. Es muchísimo más agradable. Y además alguien le cuenta una mentira. Qué gracia la mentira. La mentira es la ficción, claro (la narración, el amor y la mentira), y lo que ella necesita es ficción. La cámara, por cierto, avanza hacia ella cuando se sienta. Ese avanzar de la cámara lo había olvidado. Ojalá no lo hubiese olvidado. Avanza antes de que llegue la llamada, o al menos antes de que nosotros la oigamos. Podría parecer que avanza hacia su soledad. Avanza, quizás, porque era necesario sentir esa ciudad y esos coches que la rodean pero, una vez situada esa ciudad, que sigue igual de presente gracias al sonido, también era necesario aislar a Kate, sentir su interioridad. Pero hay algo en esa cámara que avanza, diría, algo que pasa en Rivette cuando la cámara se mueve, que es particular. Una mirada que no es la de ningún personaje y que tampoco es exactamente la del cineasta, sino la mirada de algo que sabe más que el cineasta, algo grave incluso en la ligereza. Como si hacer cine fuese convocar esa otra mirada, ese ser invisible que sólo se hace presente en ciertos momentos. Quizás por eso algunas películas dan la sensación de saber mucho más de lo que aparentemente dicen. Digo "mucho más" no en el sentido de "muchas más cosas" sino de una única cosa pero diferente, que no puede realmente ser dicha.
Qué extraño esto de escribir. Al ponerme a ello no pensaba que iba a decir nada de esto. Ni siquiera pensaba nada de lo que he escrito. Y tampoco sé si ahora que lo he escrito lo pienso. Quizás acabaré por pensarlo. En realidad también quería hablar de la noche en pleno día, de esa noche del pequeño circo que hay en la película. La lona del circo es azul. Quizás por eso todas las escenas dentro del circo, aunque transcurran de día, parecen nocturnas. O quizás tenga que ver con el circo. Quizás el circo, se actúe de día o de noche, siempre resulte nocturno. Y quizás todo esto tenga que ver con cosas así de sencillas, el día y la noche, el sol y la luna, ver la parte de noche que hay en el día, la parte de día que hay en la noche, no saber ya dónde empieza el sol, dónde acaba la luna. Quizás la mirada invisible que convoca la cámara de Rivette sea la mirada de la luna. O quizás esto sea una pirueta que hago yo ahora, para disimular mi salida.
(36 vues du pic Saint-Loup, Jacques Rivette)
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