lunes, 27 de noviembre de 2017

del movimiento


Había una mujer bordando y un chico dibujándola
Había también una chica que iba y venía y no se estaba quieta. 
La mujer que bordaba le preguntó al chico si no le importaba que ella, la que bordaba, se moviera tanto, y el chico le respondió que no, que no importaba, que ella podía hacer lo que quisiera y él seguiría dibujando. 
Y resultó que era cierto, no importaba que ella se moviese, el chico la dibujó, ahí la veis en su cuaderno de apuntes, y también dibujó a esa otra chica que iba y venía, que no se estaba quieta, la dibujó aún más que a la mujer que bordaba, quizás de tanto querer dibujar a la chica que no se estaba quieta él había aprendido el arte de fijar en unos trazos lo que nunca deja de moverse. 
Pero en realidad ese chico no importa mucho, está como en las afueras de la película, la que sí importa es la mujer que borda, e importa aún más la chica que no para, hay escenas que es que hay que verla moverse y moverse, nunca se está quieta, explora el espacio a su alrededor, explora el espacio que rodea a otra persona, hay que verla entrar en los despachos del hombre al que ama y mirar y tocar, hay que verla sentir que ese espacio es el que a diario lo rodea a él, que esos objetos son los que él toca, los que él mira, cuando ella entra en uno de esos lugares se siente lo que es una habitación, lo que lleva en sí de aquel que la habita, y a veces parece que para ella el camino más corto es un poco curvo, un poco rodeando al punto que de veras le interesa, y en realidad es una cosa muy normal, una cosa de toda la vida, los actores moviéndose y la cámara que los acompaña, que los deja alejarse, que de pronto se acerca, todo ese baile que no debe nunca detenerse del todo, que fascina porque no se detiene, los personajes alejándose y acercándose el uno al otro, o acercándose uno y alejándose el otro, y no importa cuanto se muevan, la cámara los acompañará, la cámara jugará sus distancias con ella, y en realidad no es que no importe que se muevan, es que hace falta que se muevan, es que en realidad toda la gracia del dibujo está en que ellos se muevan, en que no paren de moverse, porque sin ese movimiento, claro, no habría película, no habría dibujo, y ahora que lo pienso todo esto se parece un poco también a los boxeadores en el ring, acercándose y alejándose, y de pronto el golpe, de pronto el primer plano, de pronto la palabra justa, y vuelta a alejarse, y vuelta a acercarse, sí, la chica que no para de moverse y la mujer que borda y el hombre que hay entre ellas no paran de moverse como boxeadores en el ring, ahora cerca, ahora lejos, y la película, como quien no quiere la cosa, los dibuja en movimiento, y quizás lo que la película nos deja al cabo sea el dibujo del movimiento mismo.
(Elegía del norte, Heinosuke Gosho)

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