domingo, 2 de abril de 2017

el truco de la campanilla


Ella espera. Se ve que espera algo, que espera a alguien ¿no? Espera que venga a despedirla, a decirle una última palabra, a verla y ser vista una última vez, alguien que no vendrá y eso lo adivinamos desde el principio, aunque podemos, si queremos, esperar con ella, pero no, esta es una película en la que no pasan esas cosas.
Ella espera y se oye la voz de la megafonía, los gritos de última hora, las frases del hombre que la acompaña, que habla de frío y de mantas y que dice también que nadie vendrá, y se oye el canto de unos jóvenes uniformados que no sé si serán estudiantes o qué, se oye sin cesar ese canto, que es la música de la escena, que es como otra película pasando ahí al lado, una película que no tiene nada que ver.
En esta película siempre se están oyendo cosas así, músicas lejanas, músicas de otras vidas, frases sueltas que hablan del tiempo, de encontrar casa, de sake derramado, campanillas de las puertas que siempre suenan igual, pase lo que pase, hay siempre un contrapunto de otras vidas viviendo, ahí al lado de las que nosotros acompañamos, hay como una banalidad en paralelo con los momentos más duros o más tristes de los personajes, y esto tampoco es que sea algo muy original, claro, y sin embargo funciona, hay cosas así, trucos que casi siempre funcionan, tienen una parte de verdad que nunca acaba de gastarse.
"¡Tanako! ¡Tanako!" llama la mujer rota en medio de la sala de mahjong, "Tanako, Tanako..." retoma uno de los jugadores, como una cancioncilla, y añade alguna rima tonta, y siempre hay algo así de fondo, algo rimando, y a veces la rima es insoportable, se podría decir que de eso muere un personaje, de la rima de su sufrimiento en el sufrimiento fingido, ridículo, de otro personaje, de ver en esa rima toda la distancia que la separa del otro, de afirmar esa distancia en un gesto, en una carrera, de querer silenciar para siempre la campanilla del mundo.
(Crepúsculo de Tokio, Yasujiro Ozu)

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