jueves, 23 de octubre de 2014

Lejos de las leyes (Tras-os-Montes por Serge Daney)


Como este viernes 24 de octubre y el próximo miércoles 29 ponen en la Filmoteca de Madrid Tras-os-Montes, de Antonio Reis y Margarita Cordeiro, y como eso nos parece importante, o al menos a mí me parece importante, y poco frecuente, y algo de lo que alegrarse, y por otra parte hace años que la vi y no sabría muy bien qué decir de ella, salvo la felicidad fascinada o la fascinación feliz, o algo así, que recuerdo haber sentido mientras la veía, sirva como invitación el texto que en su día escribió Serge Daney: 

Hacia el final de la película un hombre le enseña a su hijo, un niño pequeño, los rudimentos de la pesca. La barca se desliza sobre las aguas en calma, la cámara encuadra la ribera, que es rocosa, imponente, también en calma. Entonces, una voz (la del niño) se hace oír. Dice: “Alemanha...” Voz en off- pero no afirma, no interroga, aventura más bien, sueña en voz alta. Luego, con el mismo tono: “Espanha...”. Lo que la imagen indica, en efecto, es España, cercana tras la pantalla de las montañas. Pero la voz que dice “Espanha” no habla más fuerte que la otra, no la corrige. Y es que también Alemania está ahí, en la enunciación del niño. Más adelante en la película se cumplirá la rima: lectura de una carta que envía un padre desde Alemania, precisamente, a donde ha emigrado. No es pues o lo uno o lo otro, es a la vez los dos países, reducidos cada uno a una palabra. Está España, que es el off de la imagen, el más allá de la mirada y está Alemania, que es el off del sonido, el más acá de la voz. Una zona de sueño y de angustia las separa y las une, es lo que se llama un “plano”. El alejamiento es el asunto de la película que Antonio Reis y Margarida Cordeiro han fabricado en la provincia de Trás-os-Montes (de la que la película toma su título) en 1976. En el doble sentido de estar lejos (exilio) y del acto mismo de alejar (perdida de vista, y luego olvido). El alejamiento, nos dicen poco a poco Reis y Cordeiro, es la historia de este Nordeste de Portugal. Es la dominación distante, incomprensible e incomprensiva, de la Capital (Lisboa) sobre Trás-os-Montes. Hasta tal punto que las Leyes, dictadas en la Capital, no llegan hasta los campesinos y estos se preguntan: ¿de veras existen? Escena clave de la película en la que Reis traduce en dialecto un extracto de La muralla china de Kafka, escena clave en cuanto hemos visto el problema plantearse trágicamente, en la realidad, en 1976. Alejamiento que des-culturiza la provincia, que la corta de su pasado celta y pagano, folclorizando migajas de cultura popular bajo forma de postales. Alejamiento de los campesinos de los campos cultivados y de los pastos, primero hacia las minas de la región (escena magnífica con Armando, el niño, en el torno abandonado, chorreante de lluvia), luego hacia América (el padre, nunca visto, de pronto regresado de Argentina y enseguida vuelto a marchar), finalmente hacia la Europa de las fábricas y de las cadenas de montaje, França, Alemanha.

El alejamiento (o su opuesto: el acercamiento) que interesa a los autores de Tras-os-Montes se produce en el hic et nunc del presente. No es el desempolvar desolado de lo enterrado, el lamento del tiempo que pasa o la exhibición de tesoros que no son para nadie (sino para un público necrófilo, a la “Conocimiento del mundo”), es una operación más exigente: volver atento a lo que en el plano (zona, quiero recordarlo, de sueño y de angustia) reenvía a otro lugar y construir así, poco a poco, lo que se podría llamar “el estado fílmico de una provincia”. Y, para hacer esto, Reis y Cordeiro no parten en ningún caso del hecho de la existencia oficial de Trás-os-montes (la de los mapas geográficos o la de la burocracia de Lisboa) sino de lo contrario: del surco, del desgarro de cada “plano”, como ese río antes citado que abre su lecho entre España y Alemania y que fluye, pues, en Portugal.

El alejamiento no es solo un tema (sobre el cual se puede charlar, demostrar un saber, chapucear críticas), es también la materia de la película Trás-os-montes. La sorda enunciación de cada plano profiere una misma pregunta: ¿hay grados en el off? ¿Se puede estar más (Alemanha) o menos (Spanha) off? Dicho de otra manera: ¿cual es el status -la cualidad de su ser- de lo que sale de campo (de lo que expresa o de lo que expulsa)?

Se adivina que la respuesta que daremos (de ella depende todo un goce del cine) es esta: en el off no hay grados. En el cine cuando estás lejos, aunque estés a la puerta de al lado, estás perdido para siempre. Así podría resumirse, en una fórmula típicamente obsesiva, lo que es la dialéctica del in y del off en el cine moderno. Y habría que añadir, para que la indeterminación sea total: y si vuelves, ¿qué me prueba que sigas siendo tú?

El “vestido sin costuras de la realidad” con el que soñaba Bazin siempre queda cizallado por el encuadre, por el montaje, por todo lo que elige. Pero incluso remendada (reacomodada) gracias a contracampo que la vuelve a coser, está habitada por un horror fundamental, un malestar: lo que el plano A exhibía y que el plano B ha escamoteado podría muy bien volver en el plano C, pero travestido, sin pruebas de que no se haya convertido en otra cosa. Todo lo que pasa por los limbos del off es susceptible de volver siendo otro. Por muy narrativos y representativos que fuesen, gente como Lang o Tourneur (seguidos hoy en día por Jacquot o Biette) no filmaban más que la posibilidad de ese otro, de esa duda surgida en el seno de lo mismo, generadora de horror o de comicidad (véase Buñuel, para quien es su resorte principal). Parece que olvido la película de Reis, pero no es así. Sirva como prueba la asombrosa escena final de la película, en la que un tren agujerea la noche, seguido a la fuerza, podría decirse, por la cámara, que no acaba de distinguirlo bien de la oscuridad y que no para de redescubrirlo (fort/da), ya sea bajo forma de humo (para el ojo), ya sea bajo forma de silbido (para el oído).

Para él, no hay más grados en el alejamiento temporal de los que hay en el alejamiento espacial. No hay más memoria reciente que memoria larga. Todo lo que no está aquí está, a priori, perdido por igual y, por lo tanto, y este es el punto importante, todo debe por igual ser producido. Ruptura con una concepción lineal, gradualista, de la pérdida (de vista o de memoria) en beneficio de una concepción dinámica, heterogénea, material. Porque producción quiere decir dos cosas: se produce una mercancía (con trabajo) pero también se produce (presenta) el cuerpo del delito (cuando hace falta). Cine=exhibición+trabajo. Por ello Reis y Cordeiro, a pesar de su erudición, se comportan siempre como si acabaran de aprender ellos mismos lo que van a comunicar a un espectador igualmente ignorante. Hay que tomar en serio a Reis cuando habla en la entrevista de “tabula rasa”. Y no está claro si esa actitud no será finalmente preferible a aquella que consiste en trabajar a partir del saber o del supuesto-saber del espectador, cuando no a través de una doxa común (generadora, como toda doxa, de pereza satisfecha, especialmente devastadora en las ficciones de izquierdas). Yo pensaría más bien que lo mejor es, se esté del lado de la cámara que se esté, poner en práctica el adagio de Mizoguchi: lavarse los ojos entre cada plano.

Cahiers du Cinéma, n.º 276, págs. 42-44, Mayo de 1977.

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