sábado, 14 de junio de 2014

Un rayo de luz atraviesa una coctelera


Un rayo de luz atraviesa una coctelera, ¿una coctelera o la redoma de un alquimista? ¿Y si fuera un Grial? Esto sucede en una película, Dry martini (2008), la última película hasta la fecha de Adolpho Arrietta, una película cuyos fundidos en negro ˗˗que acompañan a la voz que recita el texto de Buñuel˗˗ casi duran más que los pocos planos que la componen. Una película austera, de cámara, como las últimas que rodó Eustache. El lugar ideal para ver este tipo de películas sería tal vez en un cómodo salón, con proyector, en compañía de unos pocos amigos. Pero es que, además, esos pocos planos muchas veces vienen prácticamente a desmentir el texto de Buñuel, y por ejemplo donde Buñuel habla de soledad, lugar tranquilo, tres o cuatro mesas, nada de música, meditación, los planos sugieren gentío y alboroto, música a todo volumen, y suenan teléfonos móviles.
Está el texto de Buñuel. Y está la bonita anécdota contada por un camarero de Chicote. Pero podríamos decir que el homenaje termina ahí. Entonces, casi de la nada, aparece ese plano bello y misterioso: una coctelera colocada en el suelo, atravesada por un rayo de luz. Como si Arrietta con ese plano invocara la magia de sus otras películas, la alquimia. Sólo entonces podremos ver el penúltimo plano, el más largo de todos, el del camarero preparando un cóctel (que no es un dry martini), concentrado ˗˗"es la primera vez que filmo a alguien trabajando"˗˗ ha dicho Arrietta. El camarero vierte un líquido azul en un vaso, añade un líquido naranja, lo agita todo en una coctelera y obtiene un líquido tirando a blanco, listo para servir.




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