Un rayo de luz atraviesa
una coctelera, ¿una coctelera o la redoma de un alquimista? ¿Y si fuera un
Grial? Esto sucede en una película, Dry martini (2008), la última película
hasta la fecha de Adolpho Arrietta, una película cuyos fundidos en negro ˗˗que acompañan
a la voz que recita el texto de Buñuel˗˗ casi duran más que los pocos planos
que la componen. Una película austera, de cámara, como las últimas que rodó
Eustache. El lugar ideal para ver este tipo de películas sería tal vez en un
cómodo salón, con proyector, en compañía de unos pocos amigos. Pero es que,
además, esos pocos planos muchas veces vienen prácticamente a desmentir el
texto de Buñuel, y por ejemplo donde Buñuel habla de soledad, lugar tranquilo,
tres o cuatro mesas, nada de música, meditación, los planos sugieren gentío y
alboroto, música a todo volumen, y suenan teléfonos móviles.
Está el texto de Buñuel. Y
está la bonita anécdota contada por un camarero de Chicote. Pero podríamos
decir que el homenaje termina ahí. Entonces, casi de la nada, aparece ese plano
bello y misterioso: una coctelera colocada en el suelo, atravesada por un rayo
de luz. Como si Arrietta con ese plano invocara la magia de sus otras
películas, la alquimia. Sólo entonces podremos ver el penúltimo
plano, el más largo de todos, el del camarero preparando un cóctel (que no es
un dry martini), concentrado ˗˗"es la primera vez que filmo a alguien
trabajando"˗˗ ha dicho Arrietta. El camarero vierte un líquido azul en un
vaso, añade un líquido naranja, lo agita todo en una coctelera y obtiene un
líquido tirando a blanco, listo para servir.
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