domingo, 13 de febrero de 2011

Rápido. Rápido y lentamente




Seymour dijo una vez que todo lo que hacemos en la vida es ir de un pedazo de Tierra Santa a otro. ¿No se equivoca nunca? Ahora vete a la cama. Rápido. Rápido y lentamente.

Así termina Salinger Seymour, una introducción.

Rápido. Rápido y lentamente. Esas palabras me vienen a la memoria cada vez que veo las películas que prefiero. Rápido y lentamente, palabras que riman con otras, las de Eustache diciendo Le cinéma c'est le pied. Algo así como "el cine es pasárselo pipa". Hablaba entonces contra cierto cine inteligente y cuidado de los setenta que para él se alejaba de la verdadera razón del cine, y lo oponía a Renoir: No hay ninguna película de Renoir, por trágica que sea, con la que no me lo pase pipa, aunque esté llorando todo el rato.

No quería tirar por este camino, pero tendré que seguir un poco más con Eustache, cuyas entrevistas me parecen de lo mejor que he leído sobre el cine. Eustache era no solo un gran cineasta, sino también un gran espectador. Un gran espectador cineasta, cuya mirada era sensible a cada instante de una película, como un cineasta tiene que ser sensible a cada instante que filma, a cada detalle que puede sorprenderle (Renoir y Lubitsch también me parecen grandes cineastas espectadores, sensibles a lo que los demás pueden aportarles). Hablando de una película de Wyler: Es invisible a fuerza de estupidez y nulidad. Uno puede prever todo lo que va a suceder en el plano siguiente, en ningún momento corre el riesgo de sorprender al espectador, es lo contrario de Lubitsch. En La viuda alegre cada imagen nos sorprende, incluso cada imagen dentro de un plano.

No quería tirar por aquí, pero todavía un poco más, porque pienso que si tanto nos gusta La maman et la putain quizás es, ante todo, porque nos lo pasamos pipa viéndola. Aunque estemos llorando y sufriendo todo el rato, nos lo pasamos pipa.

Pero a lo que yo quería llegar era a Renoir, ese cineasta con el que tan bien se lo pasaba Eustache y del que vuelvo a ver varias películas últimamente. (Y he visto por primera vez Journal d'une femme de chambre, es magnífica, siento la tentación de mencionar al menos un plano, aterrador, aquel en el que Joseph (algo así como "el malo") parece haber ganado la pelea contra George (algo así como "el bueno"), sale del invernadero donde ha tenido lugar, y entonces, cuando uno menos se lo espera, las manos de George aparecen como garras rompiendo los cristales de la puerta.)

A donde quería llegar es a Los bajos fondos. Una de esas películas que me hacen pensar: "rápido, rápido y lentamente". Lentamente: cada acción tiene el tiempo que necesita. Rápido: cada instante algo se ofrece a nuestra vista, algo nuevo, como si Renoir acabase de inventar el cine.

A veces parece que Renoir esté pasando revista a todo el cine que todavía no existía: podemos pensar en Pialat, en Straub, en Eustache, en Costa. ¿Son alucinaciones o, de una extraña manera, que no es en modo alguno una cita, la forma de andar de Jouvet es prima de la forma de andar de Ventura? Todo ese cine que todavía no existía es aquí, en Renoir, aún más bello, apenas inventado, y sin detenerse, pasando en el plano siguiente a algo nuevo, diferente. Renoir estaba demasiado ocupado haciendo su película para sentir siquiera la tentación de detenerse en un estilo.

(Invito al redactor de El Diablo que la vio conmigo a escribir sobre ese plano que a él le pareció Pialat, el de "Yo descanso de pie".)

Difícil no pasárselo bien desde el primer plano, ese en el que destituyen al conde, oímos la voz que le destituye pero sólo vemos al destituido, Jouvet, indiferente. La cámara va y viene con los movimientos de la persona que le habla hasta que al fin la vemos reflejada en un espejo. Toda la película parece construirse así, como si Renoir dijese "¿y si...?" y no se cortase ante ninguna idea.

Quizás hoy en día una película se detendría en la idea inicial, unos rusos que no lo parecen y hablan francés, una realidad no realista y sin embargo tan real. Está bien, es un "pitch", una idea vendedora que habrá que recordar en cada plano, para que quede clara que la intención es esa. Pero Renoir no se detiene en la idea inicial, sino que no para de tener ideas, a toda velocidad, rápido, rápido y lentamente, de un pedazo de Tierra Santa a otro. Y por ello parece difícil encontrar las palabras que expliquen lo buena que es. Aunque sin duda Douchet podría hacerlo. Hablar de las ideas que hay en la película ,de la violencia de la película, de la secuencia de linchamiento (¿no se parecen la manera de encontrar el cadáver en Diario de una camarera y en Los bajos fondos?) Pero también Douchet acabaría diciendo, como lo hizo el otro día con Diario de una camarera, que lo importante no es eso, lo importante es que uno no para de pasárselo pipa, ligera y profundamente.

(Tanto como los asesinatos de Hitchcock se deberían de estudiar los asesinatos de Renoir, a menudo en paralelo con una fiesta, con música en las calles, pero no siempre. A veces asesinatos individuales, a veces asesinatos colectivos... Porque Renoir es un cineasta en el cual la violencia y la muerte rondan casi todas las películas. Hay días en que el final de Partie de campagne, cuando vemos con quien se ha casado la chica, me parece lo más violento del cine. La imagen directa de una vida destrozada y consciente de ello. Tan duro como El efecto de los rayos gamma.)

Pero no quería hablar de eso, sólo decir un par de palabras, repetirmelas una vez más: rápido, rápido y lentamente.

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