viernes, 10 de diciembre de 2010

Contra el sonido directo


para Claire y Thomas,
que sí piensan el sonido,
no leen el español

y no comen platos combinados
(todavía)

A veces hablamos del sonido y de la música. Sentados en algún bar, comiendo un plato combinado, bebiendo una cerveza, nos preguntamos por ejemplo si no se ha perdido el uso de la música.

Echamos de menos esas películas en las que la música era parte de la composición formal. Nos alegramos de aquellas películas en las que la música aparece todavía con la fuerza de un plano, de un elemento real y no como mero acompañamiento de lo que realmente es la película.

(Recuerdo que cuando volví a ver Paris nous appartient empecé a preguntarme cómo era posible que los elementos tan heterogéneos de esa película formasen a pesar de todo una unidad. Curiosamente uno de los personajes estaba hablando de la obra que estaba montando, el Pericles de Shakespeare, hecha de elementos muy dispares, y de la única manera que había encontrado de darles una unidad.

El personaje, hablando de Pericles, y yo, pensando en la película, él en un puente sobre el Sena, y yo en mi sofá, exclamamos al mismo tiempo, habiendo encontrado aquello que daba unidad: “¡La música!

Sí, ya sé que suena rara esta coincidencia. A mí me hizo mucha gracia.)

También hablamos del sonido en las películas de Rousseau, que mientras filmó con cámara de Super8 nunca hizo sonido directo. Unos días tenía la cámara y otros la grabadora. Dice que porque eran instrumentos tan valiosos para él que no quería arriesgarse a perder los dos.

Filmaba planos y grababa sonidos. Y entre el sonido y la imagen aparecían luego sincronías inesperadas, no aquellas que simulan la realidad, sino aquellas que la revelan de otra manera.

Recordamos a veces que es curioso lo diferente que es el sonido en Rousseau y en Straub. (Y entonces repites que Straub no utiliza el sonido postsincronizado porque dice que no es capaz de hacerlo tan bien como Iosselani.)

Pienso ahora en un cortometraje que vi el otro día de Peter Nestler, Rheinstrom, en el cual parece que haya una sola pista de sonido. A veces música, a veces comentario, a veces un único sonido. Para mostrar el Rhin le basta con un sonido constante de motor de barcaza.

Pienso en la dificultad que teníamos en la escuela para trabajar el montaje de sonido, porque nos habían enseñado a hacer un sonido naturalista, en el cual se trabajaba por capas de realismo para hacer un sonido que fuese la realidad mejorada. No la realidad compuesta, sino copiada y supuestamente mejorada, adornada. El problema es que el sonido dejaba de ser parte del trabajo formal de la película, era acabado, adorno y en el mejor, o en el peor, de los casos, broma, guiño. El Rhin no podía ser únicamente un motor. Y yo me paseaba por los pasillos de la escuela, preguntándome cómo salir de ese atolladero, porque el caso es que a base de copiar a la realidad, al hacer un sonido tan real que en el fondo no se oía, nos costaba un montón que se oyese lo que de verdad tenía que oírse.

El problema de aquel sonido directo tan realista era, una vez más, el pacto con el espectador. Si te pasabas un buen momento haciendo escuchar capas de sonido realista no podías de pronto ponerte selectivo al cabo de cinco secuencias. O tenías que hacer un sobreesfuerzo formal para que quedase claro que eso también era posible. Estábamos limitados por el sonido directo “mejorado”.

(Por no hablar de mi archienemigo, los sonidos bajos reforzados para crear ambiente.)

Cuando nos tomamos una caña y hablamos de estas cosas no pensamos que haya que acabar con el sonido directo. Tan solo nos preguntamos si el sonido directo no ha acabado imponiéndose como el sonido “normal” de tal manera que se nos han olvidado las otras posibilidades. (Evidentemente hay otra manera de proceder, trascender el sonido directo no por selección sino por utilización masiva de otros sonidos.)

Piensas que una manera de pensar la película que vas a hacer sería aclarando los medios de los que dispones. Y por medios entiendes eso, posibilidades de sonido, de imagen, de texto, de montaje… Como si al empezar tu tarea dispusieses encima de una mesa todas tus herramientas y tus materiales para ver qué es lo que podrías hacer con ellos.

Y para poder ponerlas encima de la mesa hay que empezar por pensar que no hay herramientas que sean más normales que otras.

>>>Imágenes: NAGRA

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