domingo, 2 de mayo de 2010

dos veces un gesto dos


Sobre un vaso lleno y una botella, sobre un arte menor (Mejor leerlo, ya puestos, después de “dos veces un gesto uno”.)

Segunda entrega: una secuencia más famosa de una película más famosa (justamente famosa).

Rio Bravo, Dude lleva varios días sin beber, el sindrome de abstinencia, y encima una situación difícil, peligro permanente, nervios, tiembla, temblar es lo peor para quien vive de su pistola. Afuera los enemigos hacen sonar la música de El Degüello todo el día y toda la noche. Dude quiere dejar de resistir y volver a beber. Coge una botella, y un vaso, se sirve. Chance y Stumpy ven que no tiene remedio. Silencio. Va a beber. En el silencio se oye claramente El Degüello. Dude oye, se da cuenta de que si bebe ese vaso se deja a sí mismo en la estacada, y también a sus amigos. La música que debía terminar de hundirle le devuelve la dignidad, o el deseo de dignidad. Tiene el vaso y la botella frente a él. ¿Qué hacer? ¿Qué pueden ahcerle hacer a Dude el director, el guionista y el actor? Podría tirar lo que hay en el vaso, o tirar la botella, un gesto violento para marcar su decisión. Pero no se trata de eso (que por otra parte, a estas alturas de la historia del cine, empieza a ser una horterada). Porque lo que Dude necesita, lo que Dude espera de sí mismo, no es una reacción nerviosa, sino todo lo contrario, recobrar la sangre fría. Su problema es el alcohol, su síntoma es el temblor, su gesto deberá ser lo contrario de su problema, deberá ser preciso, limpio.

Dude coge el vaso y vierte el whisky de nuevo en la botella. “No he derramado una sola gota.”

Sobre un arte menor: una situación, un personaje concreto, unos objetos, combinación los más precisa posible de esos elementos.

Personas haciendo cosas: un arte menor, un arte difícil.

Howard Hawks, citado en el libro de Robin Wood (pagina 54): “Tenemos que encontrar nuestro camino mientras vamos andando y podemos añadir algo a un personaje o desarrollar un asunto entre dos personas y poner en marcha una relación y luego hacerla progresar. En Rio Bravo Dean Martin tenía un momento en que debía liar un cigarrillo. Sus dedos no estaban a la altura de la situación y Wayne se dedicaba a pasárselos liados. De repente te das cuenta de que son condenadamente buenos amigos o si no él no lo estaría haciendo. Esto vino porque un día Martin me pregunto: “¿Bueno, y si mis dedos tiemblan, cómo voy a poder liar esa cosa?” Entonces Wayne dijo: “Toma, yo te lo pasaré”. Y, de repente, ya teníamos la situación en marcha...”

Arte de la escucha, saber reconocer una idea, una situación. No solo arte del ping-pong, o del tenis, cuando se escribe a dos, sino arte de saber reconocer una partida de ping-pong aunque aparentemente no haya ni pelota ni raquetas, ni siquiera mesa. Un signo posible: la sonrisa, el tiempo detenido, una idea ha aparecido, alguien la ha reconocido.

Lubitsch, Hawks, el amor de las ideas...

Se admiten terceras entregas.

1 comentario:

  1. Un director artístico culturista que se lleva la mano a la mejilla en la postfiesta de los premios Max4 de mayo de 2010, 7:10

    Las películas antes eran menores y mejores, quizás. En todo caso ahora tienden a ser mayores y peores.
    Mayores porque el "toque" en ellas no puede ser tan pequeño, tan localizado, o localizado es sinónimo de pobre, chusco, esquemático. Se deja como mucho que las teleseries tengan toques menores, aunque tampoco ellas dejen de ser más bien malas, a fuerza de identificar menor con menor presupuesto y menos tiempo y de, en el fondo, no ser tan menores -son menores toleradas, digamos. Porque, hombre, hombre: qué es eso de devolver el licor a la botellita... Vamos a ver primero a qué botellita y qué licor. Mira, vamos a hacer una lista de atrezzo, luego yo mando un becario al rastro, a los anticuarios, le damos unas dietas como está mandado, para un bocadillo, y a ver qué nos trae. Eso luego lo integramos en un decorado, vamos, en una localización, que tengo aquí perfectamente dibujada y que en todos sus detalles estará a la altura de la botellita. Que no nos digan luego que la botellita es de un anticuario años 50 y los sillones de uno años 20, que ahí nos pillan. Es que la gente no puede comprender cuánto trabajo lleva (o cuánto trabajo da, ya no me acuerdo cómo era) esto del cine... Aquí vamos a acertar, los académicos saldrán del cine y dirán "muy buena la fotografía y bien por la botellita, digo por el decorador". Y luego la botellita ya se puede quedar ahí si eso, en un discreto segundo plano. No vamos a tener el mal gusto tampoco de convertirla en el eje del guión.

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