lunes, 25 de enero de 2010

De mujeres y de caballos: Shirin, de Abbas Kiarostami


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Shirin es una película con caballos, con espadas, con mar, con música y con palacios.
Es también, sobre todo, una película con rostros de mujeres.
Aparenta ser una película de dispositivo.
Descripción rápida del dispositivo: una sala de cine, en esa sala de cine vemos, más o menos en primer plano, encuadradas a la altura de los hombros, mujeres con velo y el rostro iluminado que miran una película. Detrás de cada una de ellas vemos otras mujeres y hombres. Nunca veremos la película que oyen, tan solo la oiremos.
Precisión: nunca vemos la sala en plano general, e intuyo que no existe tal sala de cine en la realidad, que son siempre las mismas seis o siete butacas azules (¿porqué azules?) dispuestas en una pequeña sala y que solo las diferencias de encuadre, de luz y de disposición de las espectadoras da la sensación de que esa sala existe, que no hay solo seis o siete butacas asientos sino más de un centenar.
La película que ven es de aventuras, de amor y de muerte.
(Vuelta atrás: volviendo al tema de las butacas, simular con seis butacas una sala entera de cine se parece mucho a un problema típico de las películas de aventuras de bajo presupuesto, el de dar con pocos caballos la sensación de un ejército de mil caballos.)
La película que ven cuenta el trágico destino de una joven herederadel trono de Armenia, Shirin, que se enamora de un retrato, una imagen que la persigue en sus pesadillas, la del heredero de Irán. Se cruzan y se separan sus destinos, se rechazan, se atraen, la guerra y el azar se interponen, heredan, reinan, sufren, aparece otro personaje maravilloso, un geómetra y escultor enamorado de Shirin, que en cierto momento llevará sobre sus hombros el caballo de Shirin, y a ella montada encima, siguen sufriendo, alcanzan apenas la felicidad, mueren. (Por ir muy rápido, pero también porque no he acabado de entenderlo todo.)
Esta es la historia de la película que oímos, pero no exactamente, porque está contada en flash-back. Shirin, vieja, vela el cuerpo de su amante muerto, le acompañan unas mujeres que ella llama “hermanas” y que suenan como plañideras. Una heroína trágica y su coro. Shirin les cuenta su historia, que empieza con ella misma joven, inocente y feliz, momentos antes de ver por primera vez el retrato de su amante, la imagen que ya nunca la abandonará.
Empiezan entonces todas esas aventuras, con sus caballos, sus espadas, sus viajes, sus felicidades breves y sus desdichas. Shirin, por cierto, rechaza al hombre que ama, porque ese amor no le es suficiente, tiene que ser absoluto, no solo una manera de calentar la cama. Shirin que dice haber vivido desdeñada.
(Y oímos a menudo el galopar de los caballos. Hacía tiempo que no lo oíamos tan bien. Aunque se puede imaginar que no son caballos de verdad, sino un truco de estudio. Oímos también la música amplia que nos devuelve la maravilla del relato.)
Hacia el final de la historia la película que oímos vuelve a la escena original, aquella en la que Shirin, ante el cadáver de su amado, cuenta su historia a sus hermanas que lloran, como lloran, evidentemente, las mujeres que vemos en la pantalla, en la sala de cine, y Shirin les pregunta si lloran por ella, si no lloran más bien por la Shirin que hay en ellas, y quiero creer que no se refiere a la identificación que puedan sentir con ella, con su personaje, quiero creer que, en el fondo, ellas son también Shirin, y cada uno de los rostros que hemos visto son también Shirin, su destino es el mismo, la vida, el amor, el reino,el sufrimiento, el desdén, la vejez, la muerte… Pero aún hay más, Shirin vuelve en su recuerdo a aquella joven inocente y feliz que fue, antes del amor, aquella que a pesar de todo sigue siendo, muy en el fondo, más allá o más acá de su destino. Aquella que cada mujer del coro y cada mujer de la sala, aunque decir esto a estas alturas es una redundancia, siguen siendo, quizás.
(Sobre el destino: cuando muere la reina anterior, que es la tía de Shirin, le pide que con ella llegue el tiempo de la paz y de la libertad, porque ellos, su generación, solo han traído dolor y destrucción. Utopía en el momento de la muerte: que baste con morir para marcar un antes y un después, como dando sentido a esa muerte, que lo que haya después sea la felicidad. Utopía en cierto modo generosa: al morir desear no el paraíso en el más allá, sino que llegue al fin el paraíso terrenal, que los que quedan sean al fin felices. No creo que ese momento sea inocente.)
Al final Shirin muere por el puñal, y en el más allá se entrelaza un canto, que imagino debe ser el de Shirin y su amante, aunque recuerdo que era la canción del escultor.
¿La emperatriz Yang Kwei Fei?

3 comentarios:

  1. Comprendo y en gran parte comparto lo que dices, aunque intuyo, como dirías tú, que decir algo de Shirin sin hablar persa es un abuso, pues no puedes simplemente verla y escucharla, tienes que estar todo el rato leyendo.
    Por lo mismo esta es una película que solo se puede ver en sala y que hay que desaconsejar a quien solo se la pueda descargar, porque se pierde la emoción del sonido y el detalle de los rostros.

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  2. Y además tenías una cara de cansancio que dudo que te hayas enterado de la misa la mitad.

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  3. Olvidas también decir que al principio de la película hay algo así como unos créditos iniciales en los que se ven dibujos persas que ilustran la historia que veremos a continuación, o que al menos nos dan el ambiente de las imágenes que no veremos.

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